JD Vance destaca su fe católica al asistir a la Pascua en el Vaticano sin el Papa
abril 22, 2025 publicado por Valeria Montes
Un Viernes Santo en el Vaticano con una silla vacía
El 18 de abril de 2025, la atmósfera en la basílica de San Pedro no era la habitual. El Papa Francisco, referente central del catolicismo, no presidía las liturgias del Viernes Santo, dejando un vacío notable por su reciente neumonía. En primera fila, sin embargo, apareció una figura poco habitual en este contexto: el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, acompañado de su esposa Usha y sus tres hijos. A pesar de pertenecer al gobierno estadounidense, Vance se presentaba ante los fieles como un converso apasionado; fue en 2019 que abrazó el catolicismo, y la solemnidad del día parecía resonar especialmente para él y su familia.
En la liturgia dominó el silencio. El Viernes Santo es una jornada de recogimiento, donde la Iglesia conmemora la muerte de Jesús en la cruz. Los asistentes, entre altos cargos eclesiásticos, diplomáticos y algunos feligreses seleccionados, guardaron la costumbre de la meditación y la ausencia de música, resaltando el componente humano y espiritual de la ceremonia. Mientras tanto, Francisco seguía recuperándose en la residencia Santa Marta, cerca pero fuera del foco mediático.

Entre el simbolismo, la política y la fe
El viaje del vicepresidente a Italia no se limitó a rezos y gestos religiosos. Vance mantuvo una intensa agenda política, reuniéndose primero con la primera ministra italiana Giorgia Meloni para discutir cooperación bilateral, y luego con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano, para intercambiar visiones sobre temas internacionales.
La escena más curiosa llegó el Domingo de Pascua, cuando Francisco, aún convaleciente pero de buen ánimo, recibió a Vance brevemente en la residencia Santa Marta. El tono fue cordial y hasta familiar: tres huevos de Pascua de chocolate para los niños del pontífice, un rosario para la esposa de Vance y una corbata con motivos vaticanos como detalles de la visita. Lo anecdótico no ocultó, sin embargo, los desacuerdos: ambos han tenido cruces públicos por la política migratoria estadounidense, especialmente tras las propuestas de deportaciones masivas del gobierno Trump que Vance respalda. Francisco no ha dudado en criticar esas ideas, situando la acogida de migrantes como eje moral de su pontificado.
El viaje subrayó las complejas conexiones entre la esfera religiosa y la política en el siglo XXI. Ver a un vicepresidente norteamericano—católico converso, parte de una administración conservadora—en un lugar tan simbólico como el Vaticano, resaltó tanto la dimensión personal de la fe como el cálculo estratégico detrás de ciertos gestos. La imagen de Vance sentado quizás en el mismo banco que habría ocupado Francisco resonó en medios italianos y estadounidenses, abriendo debates sobre el papel de la religión en la diplomacia moderna.
Más allá de los gestos de cortesía y discrepancias diplomáticas, la visita de JD Vance y su familia mostró el delicado equilibrio entre la tradición, la fe y los intereses políticos que siguen marcando las relaciones entre Washington y la Santa Sede.
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