Un Viernes Santo en el Vaticano con una silla vacía
El 18 de abril de 2025, la atmósfera en la basílica de San Pedro no era la habitual. El Papa Francisco, referente central del catolicismo, no presidía las liturgias del Viernes Santo, dejando un vacío notable por su reciente neumonía. En primera fila, sin embargo, apareció una figura poco habitual en este contexto: el vicepresidente de Estados Unidos, JD Vance, acompañado de su esposa Usha y sus tres hijos. A pesar de pertenecer al gobierno estadounidense, Vance se presentaba ante los fieles como un converso apasionado; fue en 2019 que abrazó el catolicismo, y la solemnidad del día parecía resonar especialmente para él y su familia.
En la liturgia dominó el silencio. El Viernes Santo es una jornada de recogimiento, donde la Iglesia conmemora la muerte de Jesús en la cruz. Los asistentes, entre altos cargos eclesiásticos, diplomáticos y algunos feligreses seleccionados, guardaron la costumbre de la meditación y la ausencia de música, resaltando el componente humano y espiritual de la ceremonia. Mientras tanto, Francisco seguía recuperándose en la residencia Santa Marta, cerca pero fuera del foco mediático.
Entre el simbolismo, la política y la fe
El viaje del vicepresidente a Italia no se limitó a rezos y gestos religiosos. Vance mantuvo una intensa agenda política, reuniéndose primero con la primera ministra italiana Giorgia Meloni para discutir cooperación bilateral, y luego con el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano, para intercambiar visiones sobre temas internacionales.
La escena más curiosa llegó el Domingo de Pascua, cuando Francisco, aún convaleciente pero de buen ánimo, recibió a Vance brevemente en la residencia Santa Marta. El tono fue cordial y hasta familiar: tres huevos de Pascua de chocolate para los niños del pontífice, un rosario para la esposa de Vance y una corbata con motivos vaticanos como detalles de la visita. Lo anecdótico no ocultó, sin embargo, los desacuerdos: ambos han tenido cruces públicos por la política migratoria estadounidense, especialmente tras las propuestas de deportaciones masivas del gobierno Trump que Vance respalda. Francisco no ha dudado en criticar esas ideas, situando la acogida de migrantes como eje moral de su pontificado.
El viaje subrayó las complejas conexiones entre la esfera religiosa y la política en el siglo XXI. Ver a un vicepresidente norteamericano—católico converso, parte de una administración conservadora—en un lugar tan simbólico como el Vaticano, resaltó tanto la dimensión personal de la fe como el cálculo estratégico detrás de ciertos gestos. La imagen de Vance sentado quizás en el mismo banco que habría ocupado Francisco resonó en medios italianos y estadounidenses, abriendo debates sobre el papel de la religión en la diplomacia moderna.
Más allá de los gestos de cortesía y discrepancias diplomáticas, la visita de JD Vance y su familia mostró el delicado equilibrio entre la tradición, la fe y los intereses políticos que siguen marcando las relaciones entre Washington y la Santa Sede.
Comentarios
¡Vance en el Vaticano como si fuera el nuevo Mesías! ¿Y el Papa? Ahí en su cama con caldo de pollo y tres huevos de chocolate, mientras este tipo se saca selfies con los cardenales como si fuera un influencer de fe. Qué show. 🤡
Me parece raro que un político se pasee así por el Vaticano. No es que no tenga derecho a creer, pero cuando tu gobierno deporta a familias enteras... la fe se vuelve un accesorio, no un compromiso.
Yo lo vi en la tele. Tenía esa cara de quien está haciendo una foto para su campaña.
Lo bonito de esto es que la fe no se mide por quién está sentado en la primera fila, sino por cómo uno trata a los que están fuera. Vance puede tener su rosario y sus huevos de Pascua, pero si no cambia las políticas que dañan a los más vulnerables, su visita es solo decoración.
La Iglesia siempre ha estado del lado de los que sufren. No de los que firman decretos.
Me encantaría ver a alguien como él, no solo en el Vaticano, sino en una frontera con un refugiado en brazos. Eso sí sería testimonio.
La hipocresía institucionalizada. Un agente del Estado norteamericano -con una agenda de exterminio migratorio- se presenta como el paladín de la doctrina católica. ¿Acaso no sabe que el Evangelio no es un logo de marca para legitimar el autoritarismo? La Iglesia no es un club de elite donde se intercambian corbatas vaticanas por votos en el Senado.
Esto es teología de poder, no teología del pobre. El Papa no necesita estar allí para que se vea el vacío moral: está en cada deportación, en cada muro, en cada niño separado de su madre.
La liturgia del silencio no era por el Papa. Era por la conciencia colectiva que se apaga.
¡Basta ya de santificar a estos políticos que usan la religión como maquillaje! ¿Ustedes se creen que el Papa no sabe lo que hace este tipo? ¡Claro que lo sabe! Y lo recibió con huevos de chocolate porque es diplomacia, no fe. Pero no nos engañemos: él apoya deportaciones masivas, y eso es un pecado mortal, no un malentendido.
Si fuera verdaderamente católico, se arrodillaría en la frontera, no en San Pedro.
¡Esto es una farsa! ¡Y ustedes lo están celebrando como si fuera una bendición!
Esto es lo que pasa cuando los gringos creen que pueden importar su religión como si fuera un producto de Amazon. Aquí no necesitamos a un vicepresidente con rosario y corbata vaticana para saber qué es la fe. La fe se vive en la calle, no en los palacios.
Y encima se lleva huevos de chocolate como si fuera un niño. Qué ridículo.
La visita de Vance es un espejo de nuestra época: la espiritualidad se ha convertido en un recurso de imagen, y la política en una liturgia sin sacramento.
El Papa no estaba allí porque su cuerpo estaba enfermo, pero su espíritu sí estaba presente -en cada silencio, en cada oración, en cada gesto de humildad que Vance no puede copiar.
La fe no se exhibe con corbatas ni con fotos en primera fila. Se vive en el servicio, en el perdón, en el abrazo al extranjero.
Quizás lo más religioso de todo esto fue el hecho de que el Papa, aún débil, decidió recibirlo. No para legitimarlo, sino para recordarle: la gracia no se negocia.
Y eso, hermanos, es lo que realmente importa.
Me gustó cómo el Papa le regaló una corbata. No es un gesto menor. Es un acto de paz, incluso con quienes piensan distinto.
La fe no es un arma para vencer, es un puente para entender. Vance puede no estar de acuerdo con el Papa en política, pero si fue capaz de sentarse en silencio, escuchar, y recibir un regalo con humildad... entonces algo cambió, aunque sea poco.
No necesitamos más gritos. Necesitamos más gestos como ese.
La Iglesia no es un partido político. Es una casa que abre sus puertas, aunque entre quien no piensa como tú.
¡Qué vulgar! ¿Un vicepresidente estadounidense en el Vaticano? Como si fuera un tour de lujo con guía de fe. ¿Y el Papa? ¡Qué lástima que estuviera enfermo y no pudiera darle una conferencia de teología política! Obviamente, Vance no entendió ni una palabra de lo que se dijo, pero al menos se sacó una foto con el cardenal Parolin y un rosario para su esposa. ¡Qué elegancia! ¡Qué profundidad espiritual! ¡Qué contraste con los pobres que no pueden entrar a Estados Unidos porque no tienen un pasaporte de clase alta!
Esto no es religión. Es exhibicionismo con incienso.
el papa no esta ahi pero el vance si, eso dice todo. los gringos siempre quieren estar en el centro, hasta en la iglesia. y encima se lleva huevos de pascua como si fuera un niño de 5 años. jajaja. la fe no se compra con corbatas ni con fotos. el papa no necesita de el para ser santo. el papa es el papa. el vance es un politico que usa la iglesia como escalera. y yo digo: vayan a la iglesia de verdad, no a hacer propaganda.
Lo que más me conmovió no fue la visita, sino que el Papa, aún débil, pensó en los niños. Tres huevos de chocolate. Eso no se compra. Eso se da. Porque la fe no se mide por los cargos, sino por los detalles.
Quizás Vance no entienda eso. Pero su esposa sí. Y sus hijos. Y tal vez, en algún momento, ellos recuerden esos huevos... y decidan hacer algo distinto.
La gracia no siempre llega con discursos. A veces, llega con chocolate.