Celebraciones del Día de los Muertos más allá de México: Tradiciones Vivas en el Mundo
noviembre 1, 2024 publicado por Valeria Montes
El Día de los Muertos es una celebración sin igual que honra a los difuntos, uniendo lo espiritual con lo terrenal. Aunque México es su cuna original, esta tradición ha cruzado fronteras para encontrar nuevos hogares y adaptaciones más allá de sus límites geográficos. Históricamente hablando, el Día de los Muertos es una manifestación cultural que combina rituales indígenas aztecas con influencias católicas, introducidas por los conquistadores españoles en el siglo XVI. A diferencia de Halloween, conocido por sus aspectos tenebrosos, el Día de los Muertos es un festival de vida, color y tradición, observándose especialmente el 1 y 2 de noviembre cada año. En esta celebración, la muerte no es objeto de temor, sino de respeto y veneración.
En lugares como Los Ángeles, el Día de los Muertos es una celebración que ha cobrado relevancia a lo largo de las últimas décadas. Ofelia Esparza, propietaria de la boutique Colibrí en East Los Ángeles, es reconocida por sus hermosos altares o ofrendas. Estos altares son el núcleo de la celebración, cargados de significado y tradiciones que Esparza ha heredado de sus ancestros. Durante esta época del año, multitud de personas acuden a su tienda en busca de orientación sobre cómo confeccionar sus propios altares, que se convierten en el epicentro de la festividad. Estos altares, adornados con flores, velas, comida y fotografías de los seres queridos, actúan como puentes espirituales, creando un espacio donde la comunidad y las almas de los fallecidos se reúnen una vez más.
A través de los años, muchas comunidades hispanas han comenzado a adoptar y adaptar estas celebraciones según sus propios contextos y vivencias en países como Estados Unidos. Félix Contreras, anfitrión del Alt Latino Podcast de National Public Radio en Estados Unidos, recuerda cómo estas festividades eran casi desconocidas en su infancia. "Hace 30 años, apenas se reconocía el Día de los Muertos aquí en Estados Unidos", comenta Contreras. Su interés por la celebración surgió inicialmente como un esfuerzo por redescubrir y reconectar con su herencia cultural. Para él, el construir altares significaba una forma de revivir sus raíces indígenas y transmitir esta visión a sus hijos, ayudándoles a entender la muerte no como un fin, sino como una parte integral del ciclo vital.
La fotografía ha jugado un papel crucial en documentar y difundir la belleza de estas celebraciones. Para los fotógrafos Karla Gachet e Ivan Kashinsky, capturar estos momentos a través de sus cámaras ha sido una experiencia profundamente conmovedora, una que ha redefinido el significado de familia y comunidad para ellos. Las imágenes de altares llenos de vida, visitados por personas que comparten alimentos y recuerdos, revelan un sentido de colectividad y memoria colectiva. Gachet destaca la narrativa visual que las familias crean al decorar sus altares; para ella, el intercambio de comida y memorias entre las familias va más allá de la simplezosidad de encender una vela, representando una conexión vivaz entre los mundos de los vivos y los muertos.
Esta festividad, lejos de ser una mera transposición cultural, abre un diálogo entre las diferentes tradiciones que conviven en diversas comunidades del mundo. Dentro de este diálogo, el Día de los Muertos enriquece el tejido cultural de las comunidades que lo adoptan, convirtiéndose en una vivencia compartida donde lo autóctono y lo ajeno se encuentran en un abrazo espiritual. En lugar de ser una ocasión para el miedo o los disfraces sangrientos, la fiesta es un acto de amor y recuerdo, un momento donde los vivos limpian el polvo del olvido y vuelven a acercarse a sus ancestros.
A medida que el Día de los Muertos sigue expandiéndose a nivel global, está claro que aunque los matices y los detalles específicos pueden variar de una cultura a otra, el sentido profundo de la celebración permanece inalterable: recordar, honrar y celebrar las vidas pasadas mientras tejemos recuerdos nuevos con los vivos. Así, esta tradición continúa floreciendo, recordándonos constantemente que el amor y la memoria son los verdaderos puente que trascienden el mundo de los vivos y los muertos.
En resumen, el Día de los Muertos no es solo una tradición intacta de hace siglos, sino un fenómeno cultural vivo y en evolución que, más allá de sus raíces ancestrales, sigue floreciendo en tierras nuevas. Mientras la celebración se reinventa y adapta a distintos contextos, el mensaje inherente permanece claro: honrar a los que se han ido, celebrar la vida que tenemos y transmitir a las generaciones futuras una rica herencia cultural, impregnada de vida, color, y profundo significado. Desde los bulliciosos altares de Los Ángeles hasta las ceremonias más formales en otras partes del mundo, el Día de los Muertos sigue siendo una festividad impregnada de significado universal, reflejando lo mejor de la conexión humana con lo espiritual.
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