Olivia Yacé renuncia a Miss Universo África y Oceanía por valores y rechaza al Comité de Miss Universo

El lunes 24 de noviembre de 2025, tres días después de que Miss Universo 2025Bangkok coronara a la mexicana Fátima Bosch como reina universal, Olivia Yacé, representante de Costa de Marfil, sorprendió al mundo de la belleza con una decisión inesperada: renunció al título de Miss Universo África y Oceanía y cortó toda relación futura con el Comité de Miss Universo. No fue un gesto de frustración por no ganar —aunque fue cuarta finalista, según el diario español Hola—, sino un acto de coherencia personal. "Pero para continuar por este camino, debo mantenerme fiel a mis valores: respeto, dignidad, excelencia e igualdad de oportunidades", escribió en su comunicado. Y eso, en un mundo donde las coronas se negocian y los jurados se renuncian, fue un golpe de realismo que resonó como un grito silencioso.

Una decisión que no se tomó a la ligera

Olivia Yacé no es una concursante cualquiera. Su trayectoria antes de Bangkok ya la posicionaba como una de las favoritas: embajadora cultural, defensora de la educación femenina en África Occidental y rostro de campañas contra la violencia de género. Su paso por el certamen no fue solo una competencia de belleza, sino un ejercicio de resistencia. En entrevistas previas, había mencionado que su mayor desafío no era el maquillaje o el vestido, sino mantener la calma ante la presión de un sistema que, según ella, "exige más de lo que reconoce". Cuando se anunció su designación como Miss África y Oceanía —un título que no se otorga por votación, sino por decisión del comité organizador—, muchos la vieron como un consuelo. Ella lo vio como una trampa.

"Alejarme de este rol reducido de Miss Universo África y Oceanía me permitirá dedicarme plenamente a defender los valores que considero fundamentales", dijo. Y ahí está el núcleo: no rechazaba el título, rechazaba el modelo. El título, en su visión, no era un reconocimiento, sino una etiqueta que la encasillaba en un rol comercial, alejado de su misión real: ser un modelo para las jóvenes de su país. "No quiero que una niña en Abiyán piense que su valor está en una corona. Quiero que piense en su voz, en su talento, en su derecho a existir sin permiso".

El escándalo que envuelve a Miss Universo 2025

La renuncia de Yacé no cayó en el vacío. En las horas previas, el diario ecuatoriano El Universo y el chileno Bio Bio Chile habían revelado que la edición de este año había estado marcada por una serie de irregularidades: tres miembros del jurado renunciaron en secreto, uno de ellos citando "presiones externas"; se filtró un documento interno que mostraba que los puntajes de las finalistas se ajustaban según la disponibilidad de vuelos y la logística de viaje; y, según Infobae, el mismo presidente del comité, Raúl Rocha, había declarado en una entrevista que "la movilidad internacional del pasaporte es determinante para el cumplimiento del rol global de la reina". Es decir: no importa cuánto talento tengas, si tu país no te permite viajar fácilmente, no eres "viable".

Esto no es nuevo. En 2023, la representante de Nigeria fue descalificada por un "error administrativo" en su visa. En 2022, la ganadora de Filipinas fue acusada de haber sido favorecida por una jurada con vínculos comerciales. Pero esta vez, el silencio se rompió. Yacé, con su declaración, convirtió lo que era un rumor en un testimonio público. El Comité Miss Costa de Marfil (COMICI) confirmó su decisión "por conveniencia personal" y anunció que la banda continental sería devuelta. Pero nadie cree que sea una cuestión de conveniencia. Es una cuestión de dignidad.

El impacto en África y la nueva generación

En África Occidental, donde los concursos de belleza son a menudo vistos como una salida económica para jóvenes sin acceso a educación superior, la decisión de Yacé ha generado un debate profundo. En Abidjan, estudiantes de la Universidad de Cocody organizaron un acto espontáneo frente a la sede del COMICI, sosteniendo carteles que decían: "No necesitamos coronas, necesitamos oportunidades". En Ghana, una activista de derechos humanos, Ama Kofi, publicó un video en redes: "Olivia no nos abandonó. Nos dio permiso para dejar de pedir permiso".

La influencia de Yacé no se limita a su país. En España, el diario El Mundo destacó que su renuncia "sumó una voz crítica a una industria que ha ignorado demasiado tiempo sus propios excesos". En Estados Unidos, la periodista de moda Linda Ruiz, exdirectora de Miss América, declaró: "Este no es un caso aislado. Es la punta del iceberg. Las mujeres jóvenes ya no quieren ser decoradas. Quieren ser escuchadas".

¿Qué sigue para Olivia Yacé?

Aunque ha abandonado el sistema, no se ha retirado del escenario público. Al contrario. En su comunicado, prometió lanzar una fundación dedicada a la formación de jóvenes mujeres en África, con programas de liderazgo, periodismo y emprendimiento. Su primer proyecto: una beca para cinco chicas de zonas rurales de Costa de Marfil que quieran estudiar comunicación en París. "No voy a ser Miss. Voy a ser la que les enseña que pueden ser más".

El legado de una decisión que cambia el juego

Lo más impactante de esta historia no es que una mujer renunciara a un título. Es que lo hizo sin pedir disculpas, sin buscar simpatías, sin buscar titulares. Lo hizo porque lo creía justo. Y en una época donde las redes sociales premian la conformidad, su acto fue una revolución silenciosa. No hubo gritos. No hubo acusaciones directas. Solo palabras claras, firmes, y una decisión que no se puede deshacer.

La corona de Miss Universo 2025 sigue en Bangkok. Pero la de Olivia Yacé, la que nadie le entregó, la que construyó con su integridad, ya está en otro lugar: en la mente de las jóvenes que hoy se preguntan si vale la pena jugar un juego que no las respeta.