Chile Sub-20: Córdova incluye a Damián Pizarro e Iván Román en la prenómina de 55
septiembre 5, 2025 publicado por Susana Fuentes Avellaneda
Una prenómina con mensaje: 55 nombres y dos decisiones fuertes
En una lista que ya habría dado que hablar por su tamaño, dos apellidos concentraron el foco: Damián Pizarro e Iván Román. El técnico Nicolás Córdova movió el tablero con una prenómina de 55 jugadores para el Mundial Sub-20 que se disputará en Chile, entre el 27 de septiembre y el 19 de octubre de 2025. De esa nómina saldrán los 23 definitivos que vestirán la camiseta en casa.
El listado no es un trámite. Marca prioridades, abre batallas por puesto y deja claro qué perfiles quiere el cuerpo técnico para un torneo que Chile jugará arropado por su público. En ese escenario, la Selección Sub-20 de Chile necesita equilibrio: talento arriba, solidez atrás y, sobre todo, disponibilidad total en fechas en las que los clubes europeos y americanos están en plena competencia. Córdova y su staff tendrán semanas de evaluaciones, microciclos y gestiones con equipos para asegurar cesiones y llegar con una base trabajada.
El regreso de Damián Pizarro tiene carga simbólica y deportiva. El delantero del Udinese, que había quedado fuera de amistosos por diferencias con el proceso —Córdova llegó a reprocharle públicamente que priorizó sus vacaciones tras la temporada europea—, reaparece en la ruta mundialista. Si entra en la lista final, Chile gana un 9 con roce en Serie A, buen juego de espaldas y capacidad para fijar centrales. También un foco de discusión: cómo integrarlo a un grupo que viene con rodaje propio sin romper dinámicas.
El caso de Iván Román es distinto, pero igual de desafiante. El central de Atlético Mineiro carga una sanción de tres partidos arrastrada del Sudamericano. Traducido: no podrá jugar la fase de grupos y, si Chile avanza, estaría disponible recién para octavos. ¿Por qué citar a un zaguero que no estará en el arranque? Por jerarquía y por planificación. Román puede ser clave en cruces directos, y tenerlo dentro del proceso permite al cuerpo técnico instalar automatismos defensivos que luego se activen cuando cumpla la sanción. La otra cara de esa apuesta: la zaga deberá sostenerse sin él en tres partidos de alta tensión.
Junto al bloque local, Córdova llamó un grupo robusto de futbolistas del exterior. No es un capricho: suma experiencia en ligas con ritmos y exigencias distintas, y amplía los recursos tácticos. En la prenómina aparecen el mediocampista Lautaro Millán (Independiente, Argentina), los defensas Simón Pinto (Independiente, Argentina) y Matías Pérez (Lecce, Italia), y atacantes con perfiles variados como Willy Chatilliez (Huesca, España), Cristóbal Chadwick (Cuiabá, Brasil), Zidane Yáñez (New York City, EE. UU.) y Favian Loyola (Orlando City, EE. UU.).
¿Qué aportan? Millán, con ascendencia chilena, ofrece pase entre líneas y lectura de juego en un rol que Chile históricamente ha cuidado: el enlace que tiende puentes entre mediocampo y delanteros. Pinto y Pérez suman centímetros y salida limpia desde el fondo, valiosos ante rivales que presionan alto. En ataque, Chatilliez estira al equipo con diagonales, Chadwick tiene zancada para romper a campo abierto, Yáñez combina recepción al pie y desborde, y Loyola puede moverse por dentro como segundo punta o extremo, lo que da variantes si el partido pide un dibujo más móvil.
Hay continuidad, y no poca. Nombres que se mantienen del proceso —Juan Francisco Rossel, Francisco Marchant, Flavio Moya, Rodrigo Vásquez e Ignacio Vásquez— sostienen la estructura. Esa base conoce la idea, los mecanismos de presión y los ajustes a balón parado. Sobre ese piso, Córdova puede acoplar las piezas que llegan desde fuera sin tener que empezar de cero.
En el arco, la competencia será feroz. Seis porteros entraron en la prenómina: Vicente Villegas (Coquimbo Unido), Sebastián Mella (Huachipato), Martín Contreras (Universidad Católica), Ignacio Sáez (Universidad de Chile), Gabriel Maureira (Colo-Colo) y José Alburquenque (Universidad de Chile). De ahí deberían salir tres. El filtro no será solo de atajadas: juego con los pies, manejo de área y personalidad en un torneo que se juega con la presión del anfitrión pesarán tanto como los reflejos.
Esta lista de 55 también responde a un detalle práctico: el puente entre el fútbol de clubes y una Copa del Mundo juvenil en plena temporada. No todos los citados llegarán en las mismas condiciones físicas, ni todos estarán disponibles al mismo tiempo. Chile necesita alternativas por si aparecen lesiones, fatigas o negativas de última hora. El ancho de la prenómina protege el plan.
Hay una tarea silenciosa que definirá mucho: la coordinación con clubes. Aunque se trata de un torneo FIFA, la cesión de juveniles en estas fechas suele ser una negociación fina, con minutos, cargas y viajes bajo lupa. Para Córdova, asegurar ventanas de trabajo y amistosos de preparación con la mayor parte del grupo será casi tan importante como la elección de los 23.
¿Cómo se perfila el equipo? Más que apostar por una etiqueta, la señal es clara: variedad para ajustar el plan por partido. Con Pizarro, Chile puede jugar más directo cuando convenga. Con Loyola o Yáñez, puede tirar paredes y combinar por carriles interiores. Con Millán, puede retener la pelota y administrar ritmos. Atrás, con o sin Román, el mensaje es tener centrales que defiendan arriba y laterales que puedan cerrar dentro para no partir el equipo.

Grupo A: calendario, rivales y el reto de jugar en casa
Chile compartirá el Grupo A con Egipto, Nueva Zelanda y Japón. El debut será ante Nueva Zelanda, el 27 de septiembre a las 20:00 horas. Luego vendrán Japón (30 de septiembre) y Egipto (3 de octubre). En casa, cada detalle cuenta: adaptación a la presión, manejo de los tiempos del partido y de la ansiedad del entorno. Lo que en un amistoso pasa de largo, en un Mundial se nota.
Nueva Zelanda, primer examen, suele presentar un bloque físico, disciplinado y competitivo en balones detenidos. Es el típico rival que castiga las desconexiones en los centros laterales y los córners. Chile necesitará ganar duelos y evitar que el partido se haga previsible, forzando al rival a defender hacia atrás con movilidad por bandas y llegadas de segunda línea.
Japón representa otra clase de problema: velocidad de circulación, cambios de ritmo y presión tras pérdida. Si Chile pierde el balón en salida, el castigo puede ser inmediato. Aquí será clave el pulso del mediocampo para decidir cuándo acelerar y cuándo pausar, y la precisión en los primeros pases. Con un 9 como Pizarro, fijar centrales puede abrir carriles a los extremos; sin él, un falso nueve o un punta móvil como Loyola podría arrastrar marcas y liberar remates frontales.
Egipto, en el cierre, suele competir con orden y contundencia en las transiciones. Es un partido que puede definir clasificación, y pide atención al equilibrio: ni quedar expuesto al contragolpe ni renunciar a someter al rival. Las pelotas paradas, en ambos arcos, podrían inclinar la balanza.
El orden de los partidos empuja a Chile a entrar rápido en el torneo. Ganar el estreno ante Nueva Zelanda ahorra nervios y permite administrar minutos pensando en la sanción de Román y en la carga de los que vengan con muchos partidos desde sus clubes. El cuerpo técnico no solo deberá elegir bien los 23; también tendrá que leer los momentos para rotar sin perder continuidad.
Jugar como anfitrión es bendición y desafío. La memoria del bronce en Canadá 2007 y otras generaciones que compitieron con personalidad están ahí, alimentando ilusión. Pero el contexto no gana partidos. El grupo deberá blindarse, sostener un nivel emocional estable y transformar la energía del estadio en ventaja, no en presión que paraliza.
En lo logístico, el plan es claro: entrenar con la base que reside en el país, sumar progresivamente a los citados del exterior y armar amistosos que imiten perfiles de rivales del grupo. Los ensayos deberían apuntar a dos escenarios: partidos cerrados donde el gol llega a balón parado o en una jugada aislada, y duelos abiertos donde un intercambio de golpes exige eficacia en área propia y ajena.
La prenómina incluye perfiles para todos los guiones. Si el partido pide centros y choque, hay rematadores. Si pide pase corto y paciencia, hay mediocampistas para sostener la posesión. Si pide correr, hay extremos con piernas frescas. Esa versatilidad no garantiza nada, pero sí aumenta la capacidad de respuesta cuando el torneo se pone cuesta arriba.
En las próximas semanas, Córdova y su equipo irán tachando nombres hasta quedar con 23. No será un corte quirúrgico, será un rompecabezas donde encajan roles, sociedades y estados de forma. El mensaje que deja esta lista de 55 es nítido: nadie tiene la camiseta asegurada y el Mundial no espera a nadie. La competencia interna ya empezó.
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