Putin se disculpa ante Azerbaiyán por el “incidente trágico” del vuelo 8243 y abre un pulso diplomático
septiembre 20, 2025 publicado por Susana Fuentes Avellaneda
Una disculpa que no cierra heridas
El presidente ruso Putin se disculpa por teléfono con Ilham Aliyev por la tragedia del vuelo 8243 de Azerbaijan Airlines, pero evita decir que el avión fue abatido por su defensa aérea. La llamada, realizada el 28 de diciembre, llega tres días después del siniestro del Embraer 190 que cubría la ruta Baku–Grozni y terminó estrellado cerca de Aktau (Kazajistán). Hubo 38 fallecidos y 29 supervivientes entre 67 ocupantes, según los recuentos oficiales.
El Kremlin admitió que, el día del incidente, las defensas antiaéreas estaban en acción alrededor del aeropuerto de Grozni. No dijo que hubieran impactado al aparato. Bakú sí lo afirma: sostiene que el avión fue dañado en el espacio aéreo ruso, en las inmediaciones de Grozni, en medio de una operación para repeler drones ucranianos. Aliyev ha reclamado “asunción plena de culpa, castigo a los responsables y compensaciones”.
El relato azerí se apoya en varios elementos: supervivientes que aseguran haber oído explosiones externas antes de perder el control; perforaciones compatibles con metralla en fuselaje y cola; y, según los investigadores azerbaiyanos, fragmentos de un misil del sistema Pantsir-S recuperados dentro del avión. Desde Washington, el portavoz del Consejo de Seguridad Nacional, John Kirby, dijo que los servicios estadounidenses veían “indicios tempranos” de que el aparato pudo ser alcanzado por la defensa aérea rusa.
Los hechos dejan un mapa complejo. El vuelo 8243 intentó aterrizar en Grozni en repetidas ocasiones, sin éxito, mientras las baterías antiaéreas operaban en la zona. Después fue desviado y, ya rumbo a un aeropuerto alternativo, terminó cayendo en territorio kazajo. El punto de impacto y la secuencia concreta de daños serán claves para fijar responsabilidades.
Más allá de la llamada, Bakú acusa a Moscú de tratar de silenciar el caso. La dimensión política es evidente: el siniestro ocurre en plena escalada de ataques con drones en el sur de Rusia y añade presión a una relación bilateral que ya venía tensa. Azerbaiyán exige pruebas, transparencia y reparación. Russia apunta a un “incidente trágico” en su espacio aéreo, pero no reconoce todavía un derribo por fuego amigo.
La investigación: qué sabemos, qué falta y qué implica
Por norma internacional (Anexo 13 de la OACI), lidera la investigación el país del accidente —Kazajistán—, con participación del Estado operador y de matrícula (Azerbaiyán), el Estado de diseño y fabricación (Brasil, por el Embraer 190) y cualquier otro Estado “sustancialmente interesado”. Rusia, como posible Estado implicado si se confirma un impacto de su defensa aérea, estará bajo escrutinio técnico y político.
Las prioridades técnicas pasan por reconstruir la cronología: comunicaciones con control de tráfico, trayectoria, altura, intentos de aproximación a Grozni, desvío, y momento en que el avión pierde control. Los datos del radar civil y militar, y los de los registradores de vuelo (voz y parámetros), si ya han sido localizados, serán determinantes. El análisis de daños estructurales y de residuos metálicos en la piel del avión puede confirmar o descartar metralla y tipo de munición.
El sistema Pantsir-S, citado por Bakú, es una plataforma ruso-siria de defensa aérea de corto alcance, diseñada para abatir drones, helicópteros y misiles de crucero a distancias relativamente cortas. Opera con radar y óptica, y emplea misiles y cañones. Ha sido ampliamente usado para proteger aeródromos y posiciones estratégicas. En entornos saturados de drones, el riesgo de confusión con blancos civiles aumenta si no hay una coordinación fina con el control aéreo, reglas de enfrentamiento claras y filtros IFF (identificación amigo-enemigo) bien ajustados.
Un punto clave será la gestión del espacio aéreo esa noche. ¿Existían NOTAM activos que cerraran la aproximación a Grozni durante operaciones antiaéreas? ¿Se ordenó a la tripulación mantener distancia o altitudes seguras? ¿Estaba transpondiendo el Embraer correctamente con su código y etiqueta de vuelo? Si el aeropuerto estaba bajo ataque, la doctrina de seguridad civil recomienda proteger corredores, mantener aeronaves civiles fuera del área y asegurar la coordinación militar-civil minuto a minuto.
Las autoridades azerbaiyanas describen daños “externos” en la cola y orificios de fragmentación a lo largo del fuselaje. Este patrón, si se confirma por un laboratorio independiente, se parece al de una explosión de proximidad de un misil de defensa aérea. No cuadra con colisión con aves ni con un fallo estructural clásico. Las explosiones reportadas por pasajeros supervivientes encajan con esa hipótesis, pero habrá que contrastarlo con registros acústicos de la cabina y firmas de presión en los sensores de la aeronave.
El aparato implicado, un Embraer 190, es un reactor regional con un historial de seguridad sólido. Cuando estos modelos sufren accidentes por impacto externo, el margen de control depende de dónde golpea la metralla: perder superficies de cola o líneas hidráulicas puede volver ingobernable el avión en segundos. Esa descripción coincide con la frase de Aliyev de que el avión “prácticamente perdió el control”.
El ángulo jurídico se mueve en dos planos. Uno es la responsabilidad del transportista bajo el Convenio de Montreal de 1999: la aerolínea tiene obligaciones de compensación a las familias, independientemente de culpa, hasta ciertos límites, y puede repetir contra terceros si se prueba una causa externa. El otro es la responsabilidad estatal por daño a una aeronave civil en vuelo. En precedentes como el derribo del vuelo PS752 (Irán, 2020), el Estado implicado anunció pagos ex gratia a las familias, sin perjuicio de procesos penales y disputas internacionales. Las cifras y procedimientos dependerán de si Rusia asume o no responsabilidad y del resultado del informe final.
En la mesa también está la dimensión penal. Si un sistema antiaéreo militar alcanza un avión civil por error, la cadena de decisiones —activación, identificación, autorización de fuego— puede derivar en cargos individuales y reformas de protocolo. La transparencia del sumario, el acceso de expertos independientes y la publicación de datos sin censura serán indicadores de la seriedad de la pesquisa.
Lo que sí está claro es el daño diplomático. Azerbaiyán pide una admisión total de culpa, castigo y compensación. Rusia intenta acotar el relato a un “incidente trágico” sin confirmar un disparo propio. Entre ambos hay una relación cruzada por energía, comercio y seguridad en el Cáucaso. La presión pública de Bakú sugiere que no aceptará una respuesta ambigua.
Para las familias, las próximas semanas serán cruciales: identificación de víctimas, repatriaciones, apoyo psicológico y pagos provisionales. La aerolínea tendrá que activar protocolos de atención y mantener informadas a las familias con un calendario claro. En otros casos similares, la comunicación transparente —informes periódicos, líneas de consulta, equipos de enlace— ha sido la diferencia entre una gestión responsable y un agravio añadido.
En el frente operativo, la pregunta es obvia: ¿por qué un vuelo comercial intentaba aproximarse a un aeropuerto bajo fuego antiaéreo? Las aerolíneas dependen de la información oficial para planificar rutas seguras. Si la alerta no fue clara o llegó tarde, la responsabilidad se desplaza hacia quienes controlan el espacio. Si la alerta existía y se obvió, habrá que revisar procedimientos internos.
Una cronología verificada ayudará a atar cabos: hora de despegue en Bakú; avisos de actividad militar en Grozni; primeros intentos de aterrizaje; momento en que se ordena el desvío; pérdida de control; impacto en Kazajistán. También importará el estado meteorológico, la visibilidad y el tráfico en la zona. Cada minuto cuenta para evaluar decisiones de cabina y de torre.
Los próximos hitos esperables: un informe preliminar de la autoridad kazaja que resuma datos básicos de registro y daños visibles; la confirmación —o no— de restos de misil con trazabilidad a un sistema concreto; y la alineación o choque de narrativas entre Moscú y Bakú. Si se confirma fuego amigo, vendrán cambios de reglas en la defensa aérea rusa alrededor de aeropuertos y, probablemente, nuevas restricciones al tráfico civil en zonas de riesgo.
El sector aéreo ya conoce el precio de operar cerca de conflictos. Tras el derribo del MH17 en 2014 y el caso PS752 en 2020, muchas aerolíneas ampliaron sus vetos de sobrevuelo. Pero cuando el riesgo aparece en fases terminales —despegues y aterrizajes—, la dependencia de la coordinación local es total. Esta tragedia vuelve a mostrarlo: una decisión equivocada en tierra puede ser letal en el aire.
Mientras tanto, la política se mueve. Bakú presiona para que las palabras de condolencia se traduzcan en hechos: reconocimiento, castigos y dinero. Moscú busca tiempo y margen técnico. La investigación, si se mantiene profesional y abierta, pondrá números, firmas y trayectorias a lo que hoy son acusaciones y defensas. Y entonces, las disculpas deberán medirse con responsabilidades tangibles.
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